• El último misterio •

Ahí estaba yo, en medio de la casa de campo de mis padres. Nunca me gustó mucho ir a aquella casa, siempre que estaba ahí me sentía sola, sobretodo ahora que mi hermana ya no estaba conmigo. Aún así estaba ahí junto con mis papás y mi perro, un bello labrador negro llamado Maxon. 

 

Maxon siempre fue mi mejor amigo, mi compañero de aventuras y aquel día no fue excepción. A pesar de que en aquella casa no me sentía del todo cómoda, decidí recorrerla - nunca me había animado a hacerlo - y claro Maxon siendo el gran compañero que es, me acompañó. 

 

Empezamos recorriendo el jardín, el día estaba gris y le daba un toque tétrico al ambiente, pero aún así seguimos explorando. De un momento a otro Maxon empezó a ladrar desesperadamente hacía algo y esto me sorprendió ya que usualmente es un perro muy tranquilo. 

 

Me acerqué y al ver a lo que le estaba ladrando me reí, era un enano de jardín. Maxon me miró y yo entre risas agarré el objeto al que le estaba ladrando y lo levanté para mostrárselo. 

— Es solo un enano de jardín — le dije mientras me reía. 

Pero al mirar al enano me di cuenta de algo, tenía una marca, una especie de jeroglífico. Recordé haberlo visto en algún lado, pero no sabía dónde.  

 

Decidí que era mejor regresar a la casa, ya que el día se había puesto peor y parecía que iba a llover. Antes de entrar a la casa vi las pequeñas marcas en la puerta, aquellas marcas  que mi hermana y yo habíamos hecho con la navaja de papá que en código decían cuantos “misterios” habíamos resuelto juntas, sonreí y pensé en lo mucho que la extrañaba.

 

Dejé a Maxon en la cocina y subí a mi habitación. Ya ahí, vi aquel viejo espejo roto que había sido víctima de una de mis peleas con mi hermana. Me acerqué al espejo, que tenía el mismo jeroglífico que el enano, y en el reflejo vi un destello. Era el destello del antiguo reloj de mi hermana. Todo me pareció raro pero de un momento todo tuvo sentido. Mi hermana me había dejado un último misterio para resolver, un último juego como despedida y como carta de disculpa por dejarme sola en este mundo.